Voy a ser Mulán

Sí, lo reconozco, soy una víctima de la factoría Disney y de todo el mal que hizo esa santa casa con respecto a mis expectativas (y a las de muchas chicas que rondan la cuarentena) sobre el amor.

Bajo este influjo crecimos queriendo ser Cenicientas. Pobres niñitas desvalidas, buenas personas pero tontas hasta decir basta esperando eternamente a un príncipe que nos rescataría de la madrastra, de las hermanastras, de las miserias y del horror de la vida cotidiana.

Chicas tímidas de voz meliflua que siempre ponían la otra mejilla y que se pasaban las horas suspirando por mejorar su existencia pero sin hacer demasiado por provocar el cambio.


Por culpa de esa idea tendemos a pensar que únicamente existe una sola persona, sólo una, hecha a justo a la medida para nosotras. Que a su lado conoceremos un amor sin límite que nos llenará el estómago de mariposas y nos hará rozar la locura, que respiraremos por sus pulmones, latiremos con sus corazones, veremos por sus ojos y sentiremos por sus poros.

No tenemos que preocuparnos de buscarlo porque ese príncipe azul aparecerá tarde o temprano cabalgando sobre un corcel.

¿Y si el príncipe no aparece? ¿Y si no es como esperábamos? ¿Y si primero parece que lo es y luego resulta que no? Pues se nos jode el final del cuento y en lugar de perdices nos comemos unas lágrimas como puños mientras en la boca se nos queda un regusto amargo que quizá no desaparezca nunca.

Por eso he decidido dejar de esperar cantando en la ventana a que aparezca el caballero a lomos del caballo. Por eso he dejado de pensar en que ese alguien tiene que estar hecho a la medida de un molde que no he diseñado yo y que, bien mirado, es imposible que exista. He decidido dejar de 'adelgazar' para intentar meterme en un vestido que me queda estrecho. He decidido que no quiero ir con corsé, que no quiero ser rubia, que no quiero aguantar a las madrastras y que muchas de las personas que se cruzan en mi camino pueden ser príncipes en corceles... aunque tengan tripita, ronquen a veces y metan la pata de vez en cuando.

Para entendernos, quiero un príncipe que sea un poco rana. Adoro las ranas. Quiero un príncipe al que no le importe que mi pelo no sea dorado, que mis manos no sean suaves y que no ser burle porque necesito llevar gafas, que comprenda que el pijama es una buena manera de estar en casa y de que no se sienta decepcionado si no llevo las uñas perfectamente lacadas. Alguien que me descifre y me conquiste; o que si no me puede descifrar me abrace y me escuche sin más.

He decidido apartarme de todo lo que implique que las cosas sólo están bien si se hacen de un sólo modo. Creo que es un atraso.

He decidido que voy a ser Mulán.

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