¡Váyanse ustedes a la mierda!
Si hay algo de lo que una no puede presumir es de tener una voz suave y delicada. En numerosas ocasiones, hablando por teléfono, me han confundido con un aguerrido varón. Además, mi tono fuerte y mi sarcasmo me han obligado en infinidad de circunstancias a pedir disculpas y a aclarar que lo que estaba diciendo no implicaba que estuviera enfadada. Simplemente, mi voz es así y aunque procuro modularla... a veces no me sale.
No obstante, a veces me gustaría poseer las cualidades vocales del recordado Fernando Fernán Gómez y proferir un sonoro "¡váyanse ustedes a la mierda!" cuando hablo de los políticos de este país.
Allá por los noventa, cuando yo estudiaba en la Universidad, teníamos una asignatura llamada Teoría del Pensamiento Político y Social, grabada a fuego en mi memoria por obra y gracia del profesor que la impartía, un ser que ha terminado por caerme bien, pero que entonces me infundía pánico. Un 'doctor House' de la enseñanza, vaya.
A lo que iba. En esa asignatura, aprendimos que la política era uno de los fines más elevados a los que se podía dedicar una persona, ya que se trataba de regular la convivencia social, de trabajar por el bien de la ciudadanía, promulgar leyes justas y castigar a quien rompiera ese equilibrio al que se supone que todas las sociedades civilizadas aspiran.
Por eso, los autores que leíamos, gente como Aristóteles, Maquiavelo, Platón, Sócrates y demás (ningunos cantamañanas) hablaban de señores maduros muy sabios, muy bien preparados y muy honestos, a los que además había que pagar bien porque sus responsabilidades eran muchas y porque así se les podía mantener lejos de las tentaciones y corruptelas. Además, hablaban de políticos que se jugaban su honor y que eso era una garantía de que iban a hacerlo bien. Si dicho honor quedaba en entredicho, se liaba una que para qué, como dimisiones, vergüenza pública e incluso suicidios de por medio.
Una, que a pesar del vozarrón siempre ha sido bastante ilusa, pensaba que al menos había que intentar respetar unos mínimos de honestidad, preparación, honradez e inteligencia para ser político hoy en día, pero echando un leve vistazo a los hemiciclos una se da cuenta de que esto es como lo de los unicornios, que no se sabe en realidad si existieron o es todo una leyenda; muy bonita, pero una leyenda.
La última salida de pata de banco la ha protagonizado Andrea Fabra, que son su '¡Qué se jodan! ha revolucionado la escena política patria. En realidad, no vamos a escandalizanos por el exabrupto en sí. Lo escandaloso es, desde mi humilde punto de vista, que el ¡Que se jodan! de Fabra pone de manifiesto el 'nivel Maribel' de la clase política de este país, que se asemejan más a una pandilla de hooligans que a lo que deberían ser, y me da igual que el ¡Que se jodan! de marras se dirigiera al PSOE, a los parados o a la madre del cordero pascual.
Es alucinante la exhibición de chulería, barriobajerismo y estupidez de la que hacen gala un día sí y otro también los políticos españoles; muchos de los cuales se amorraron a la teta de los partidos desde su más tierna adolescencia y ahí siguen, sin haber trabajado nunca en una empresa de verdad y pervirtiendo el significado de la palabra política hasta la náusea.
Porque los casos de Leire Pajín y Andrea Fabra son únicamente tres ejemplos de cómo cualquier niñato (en este caso son niñatas, pero también hay casos masculinos) puede hacerse un hueco en la política y disfrazar su inexperiencia y su ignorancia de precocidad. Para colmo, ambas pertenecen a eso que se ha dado en llamar 'casta política' en referencia a la dedicación de sus familias a esta noble labor que han acabado por arrastrar por el lodo, porque Fabra padre es otro ejemplo del político corrupto, cacique, despilfarrador y chuleta que tan de moda se ha puesto en nuestro territorio y que ya veía en su cachorra una digna sucesora.
Señores, la precocidad en ciertas áreas no es un valor positivo. A ver si aceptamos de una vez que si una quiere ser dependienta del Berskha cuantos menos años mejor (dentro de la legalidad) y preferiblemente una talla 32. Da igual que te atiendan mascando chicle, lleven la cara agujereada, el cuerpo tatuado y la manicura de actriz porno, para comprar una camiseta por 4 euros no hace falta que ni ella ni yo hayamos ido a Harvard.
Sin embargo, para ocupar cargos políticos habría que exigir un mínimo de preparación, un CV al menos aceptable y una experiencia profesional y vital que avalase las decisiones que tomen en el ejercicio de su cargo porque, además, son las que posteriormente van a afectar a todo el país.
Pero no, nuestras señorías no. Cuando no le dan patadas al diccionario, se insultan, se gritan y se dan puñaladas traperas dignas de los esperpentos que participan en 'Sálvame'. Luego se tronchan de la risa y quitan hierro al asunto como si nada. Y eso es sólo en la forma, porque si nos vamos al fondo la cosa es para ahogarse allí mismo y quedarse como el Titanic. No voy a citar los casos de corrupción, nepotismo, tontería y desfachatez porque a este paso el post se me hace eterno y tampoco es cuestión de envenenar a la ciudadanía más de lo que ya está.
Por eso, y a pesar de que a mi madre no le gusta que use vocabulario malsonante, 'Váyanse ustedes a la mierda! o como dice, mucho mejor que yo, Diego Escusol: ¡Qué se joda Andrea Fabra! y así nos ponemos todos al mismo nivel.
http://maribelandia.blogspot.com.es/2012/07/un-cuento-de-mujeres-pepeciales.html
ResponderEliminarTodas andamos dándole vueltas a los mismos asuntos, variaciones sobre el mismo tema. Cuando leas el cuento de mi última entrada del blog, a lo mejor exclamas lo de "¡qué nivel, Maribel...!", que tanto te gusta. O puede que me mandes a la mierda...,jajaja...
A mí me gusta mucho tu estilo escribiendo. Un saludo.