Bofetadas de realidad

Acabo de volver de mis vacaciones. He estado en Angola, un lugar que no es para turistas, sino para viajeros y del que iré dando cuenta en otro blog que nos hemos sacado de la manga mi acompañante y yo. Todavía está en pañales, pero adelanto que se llama Angola: la tierra del Imbondeiro, en honor al árbol más representativo del país, cargado de leyendas y presente en cada rincón de su extenso territorio.

Viajar a África obliga a olvidarse del reloj y a aceptar que 10 minutos pueden convertirse en hora y media. Obliga también a dejar en casa las normas y criterios por los que nos regimos los países mal llamados desarrollados. Ver gente que vive conforme a las costumbres y directrices de hace cientos de años, que no tiene agua corriente ni luz eléctrica las 24 horas del día y que ha de bregar diariamente con las cicatrices que ha dejado una guerra de cuatro décadas ayuda a relativizar; y mucho.


Los dos últimos días de estancia en Luanda mi mente estaba totalmente 'relativizada'. Mi cabeza se iba llenando de proyectos y tareas de cara al comienzo del nuevo curso. Buscar trabajo, hacer mi web, preparar a mi hija para afrontar cuarto de primaria, subir dignamente la empinada cuesta de septiembre, descansar en mi cama rodeada de mis sábanas limpias y mis almohadones blanditos...

Me hice el propósito de ser más optimista a la hora de valorar la terrible situación por la que atraviesa nuestro país y de creerme eso de que en estas épocas es cuando surgen las grandes oportunidades... pero ha sido abrir el periódico y sentir unas irrefrenables ganas de liarme a bofetones.

Primero me noqueó el ejemplo de Fátima Báñez, ministra de empleo y lumbrera en sus ratos libres. Matizo lo de sus ratos libres porque desde luego en horas laborales demuestra ser un verdadero zote. La mujer, en un intento por justificar la decisión de su partido de no conceder la prestación de 400 euros a los que tengan un 'colchón familiar', no se le ocurre mejor idea que poner un ejemplo para que la entienda el pueblo llano y suelta lo de que es injusto que en un hogar en el que entre el padre y la madre ganen 8.000 euros (ahí es nada) los hijos parados cobren la prestación. Lógico.

Vamos, al más puro estilo Barrio Sésamo pero con supuestos que no son precisamente los que atañen a los más de cinco millones de parados españoles; a las cada vez más numerosas familias que rozan o han traspasado ya el umbral de la pobreza, según cifras de Cáritas o a todos esos que integran las cada vez más largas colas de los comedores sociales.

Por si todo esto fuera poco, el diputado del PP y concejal del Ayuntamiento de Orense, Guillermo Collarte, un hombre cuya inteligencia se vislumbra nada más echarle un vistazo rápido, se ha visto obligado a pedir disculpas por decir que sus 5.100 euros mensuales de sueldo son insuficientes y que de hecho 'las pasa bastante canutas'. La guinda viene cuando se hace la víctima diciendo que no entiende por qué le crujen, si la criatura lo único que está diciendo son las verdades del barquero. ¿Por qué se disculpa entonces?

Claro, que hace poco ya dijo María Dolores de Cospedal que los políticos lo son por amor al arte, a la ciudadanía y por su vocación de servicio público y no porque tengan un buen sueldo porque no es así. Acabáramos.

En definitiva, que con el repaso que he hecho a las perlas cultivadas que han salido de esas boquitas de piñón (hay muchas más, pero no os quiero aburrir) no he tenido más remedio que invocar una vez más a todos los clavos de Cristo, acordarme del árbol genealógico de estas mentes preclaras y dar al traste con todos mis propósitos de serenidad, ya que de lo que verdaderamente dan ganas es de presentarse en la puerta de sus casas y saltarles un par de piezas dentales (como mínimo) de un puñetazo.

Llega un momento en que una se convence de que es imposible de que alguien sea tan cretino y tan tonto de capirote y desempeñe labores en un puesto de relativa responsabilidad. La conclusión a la que llego es que en realidad se trata de gentuza, de sinvergüenzas profesionales que viven del cuento y de tomarle el pelo a los demás.

Viven una realidad paralela derivada de la caradura que practican, y por eso las pasan canutas con esos sueldos, cobran dietas que no necesitan, trapisondean con los gastos, los ERE de mentira, las pensiones vitalicias, los cargos blindados, los kilometrajes y los desplazamientos... y encima tenemos que agradecérselo porque los pobrecillos lo hacen por la vocación de servir a la ciudadanía.

Como no quiero dar al traste con mis buenos propósitos a los pocos días de haber vuelto se me ocurre que todos estos mártires que pasan apuros a fin de mes y que cobran dietas que equivalen a otro sueldo (y libres de impuestos) hagan un ejercicio de esa austeridad que tanto predican.

Para empezar, pueden irse a vivir con sus padres y dejar de ingresar un solo euro por cualquier concepto. Esto les estimulará a salir a la calle diariamente a buscar empleo en la empresa privada, sector en el que sí se ganan sueldos 'de verdad' y así no las pasarían canutas. Además, con sus brillantes expedientes y esa vocación de servicio seguro que triunfan.

También pueden renunciar al coche, ya que llenar el depósito cada día es más complicado. Eso estimulará el transporte público y las caminatas, que es un ejercicio muy sano para la salud cardiovascular, además de tonificar piernas y glúteos (la cara ya la tienen lo suficientemente dura, así que han de trabajar otras zonas de su cuerpo).

Para tomar el aperitivo y descansar les propongo que acudan a un comedor social y se relacionen con las personas que encuentren en la cola. Quizá así, reciban la bofetada de realidad que necesitan.

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