¡Qué miedo y qué pena... otra vez!
Me produjo mucha satisfacción y cierta esperanza saber que el señor Cantó había renunciado a esa cantidad que los diputados de otras provincias que no son Madrid cobran en concepto de alojamiento aunque se sepa de sobra que su alojamiento está perfectamente cubierto bien porque residen en Moncloa, bien porque tienen varias casas repartidas por aquí y por allí, bien porque en realidad no tienen fijada su vivienda en la ciudad por la que son diputados. Lo mismo que sucedió con los taxis, las tabletas, los smartphones, las tarifas planas, las dietas... y cuando sacó los colores a sus señorías grabando un hemiciclo prácticamente vacío con algunos diputados dormitando por los escaños.
Sigo aplaudiéndole por todo ello por una razón muy sencilla: no me gusta generalizar; especialmente con temas tan sensibles. Sé por experiencia y por formación que hacerlo es injusto per se; siempre hay algo o alguien que se escapa a ese manido "todos/as los/las -------------------- son iguales" [en la línea de puntos pueden poner el arquetipo o el prejuicio que más les convenga, les guste o se les ocurra].
Las estadísticas son fácilmente manipulables, maleables al antojo de quien quiera esgrimirlas en su favor o en contra de otro. Todavía recuerdo cuando en la Facultad nos explicábamos que, en función del efecto que quisiéramos conseguir en el lector, no era lo mismo decir que el 33% de la población padecía tal o cual enfermedad o escribir que un tercio del país había enfermado, aunque en el fondo fuera lo mismo.
Nunca me ha gustado emplear este truco, quizá porque siempre lo he visto asociado a mensajes que llevaban implícita una interpretación torticera de la realidad. No obstante, sí lo he tenido en la cabeza a la hora de recibir las fuentes y posteriormente dar forma a mis artículos. Me ha sido muy útil para diferenciar entre lo que era un problema verdaderamente preocupante y un fenómeno relativamente habitual.
Sin embargo, señor Cantó, usted no ha recurrido a esta argucia y se ha lanzado a la piscina enarbolando unos datos sin contrastar y sin tener en cuenta la fuente de la que procedían. Es más, ha dejado las cosas a medias y cuando ha hablado de todos esos varones que se suicidan en España ha dado por sentado que se quitaban la vida porque sus ex parejas eran unas arpías de tomo y lomo que les habían desquiciado hasta el extremo.
Ha convertido la anécdota en circunstancia y solamente le ha faltado ponerse el palillo en la boca, acodarse en la barra de cualquier bar y decir eso de "a un amigo de mi cuñado le pasó. La zorra de su mujer, que no ha dado un palo al agua en su vida se ha quedado con la casa, el coche, los niños y encima le tiene que pasar una pensión a la muy guarra. Ella le denunció por malos tratos y a él se lo llevaron al cuartelillo sin preguntar. Pasó la noche en el calabozo, fíjate que horror". Me revienta que en estos casos (como en otros muchos) todo el mundo tenga un "amigo de su cuñado al que le pasó" del que echar mano. Es muy socorrido, pero apesta a mentira.
Es cierto que yo estoy especialmente sensibilizada con el tema por cuestiones personales, pero sin recurrir a la estadística, simplemente aplicando el sentido común, me vienen a la mente muchas preguntas... ¿verdaderamente a alguien la cabe en la cabeza que TODAS las mujeres sean unas vagas adúlteras que despluman a sus abnegados maridos a la primera de cambio? ¿NINGUNA trabaja fuera de casa? ¿NINGUNA ha contribuido a la prosperidad del hogar en nada? ¿Las viviendas SIEMPRE son de ellos en exclusiva y ella se las arrebata por las buenas? ¿TODOS se matarían por quedarse con sus hijos y bregar con la paternidad cotidianamente? ¿TODAS se han pasado la vida haciéndose la manicura mientras las pelusas crecían debajo de las camas? ¿TODAS ellas tienen abogados rastreros? ¿TODOS ellos tienen letrados honrados? ¿TODOS los policías y guardias civiles que intervienen en estos casos son unos panolis a los que se engaña con cuatro pucheritos? ¿TODOS los jueces se dejan embaucar como si fueran idiotas? ¿TODOS los forenses que reconocen a las denunciantes son unos ineptos que no distinguen un arañazo autoinflingido de una puñalada mortal? No sé si se han fijado en las mayúsculas, pero a mí me parece demasiada radicalidad para describir una realidad tan diversa.
Pero resulta que además de esta batería de preguntas... busco las estadísticas y resulta que tampoco son las que usted dice, señor Cantó. Y resulta que tampoco las explicaciones son las que usted da, señor Cantó... y resulta que el tercio de varones que usted dice que muere a manos de sus parejas es en realidad un 9% y que muchos de los hombres que se suicidan están, efectivamente, inmersos en procesos de separación... pero no se quitan la vida por maltrato, sino por depresión, tristeza, angustia, desesperanza, desamor...
¿Dónde ha mencionado, señor Cantó, todas las denuncias que se retiran por miedo y luego acaban en tragedia? ¿dónde se ha dejado a las miles de mujeres que no denuncian porque están anuladas? ¿dónde muestra su compasión por aquellas que a pesar de denunciar una y otra vez acaban en el cementerio porque nadie hizo nada o porque el agresor se saltó a la torera los mecanismos de seguridad? ¿Sabe usted que la absolución del denunciado no quiere decir que sea inocente? Puede que la mujer haya decidido no declarar, puede que el juez no haya impuesto la pena solicitada... puede que no sea punible, pero eso no quiere decir que el hecho sea falso.
Sumando todas estas estadísticas, las oficiales, las de verdad, tenemos un escenario que por supuesto no es perfecto y en el que por supuesto se dan desajustes e injusticias, a veces lamentables, en los que hay que trabajar más pronto que tarde para no acrecentar la desigualdad de ambos sexos. De hecho, el Consejo General del Poder Judicial estima que sólo el 0,01% de las denuncias son falsas... gran diferencia con respecto a lo que usted plantea, señor Cantó.
Me temo que muchos pensarán que soy una de esas feminazis cuyo deseo es castrar y someter a cuanto varón ose cruzarse por mi camino llevándome la contraria. Pues no. En este blog he escrito varias veces mi parecer al respecto, mi anhelo por acabar con esta guerra absurda de sexos que cada día nos separa más, mi rechazo a hablar de violencia machista a pesar de la abrumadora mayoría de agresiones de hombres contra mujeres. Quiero una igualdad de verdad y no quiero y no creo que los hombres sean mis enemigos ni los de mi hija.
Sólo por el hecho de que hay excepciones prefiero llamarlo de otra forma; violencia doméstica por producirse al abrigo del lugar que ha de ser el más seguro del mundo y que acaba convirtiéndose en cárcel o tumba; casi siempre para ellas, pero ocasionalmente también para ellos. Todos me merecen el mismo respeto, la misma consideración.
He sido el centro de la polémica muchas veces, cuando me he mostrado claramente a favor de castigar con dureza a las mujeres que presenten denuncias falsas por malos tratos por dos motivos: uno el de mentir y acusar en falso a su ex pareja y, por otro lado, por el inmenso daño que se les hace a las víctimas de verdad, que además de enfrentarse al duro proceso contra su agresor han de hacerlo ante los prejuiciosos que tienen "un amigo de un cuñado". Si la ley es especialmente dura con alguien que agrede a su pareja en el ámbito familiar y sentimental ha de serlo también con quien miente a costa de estas mismas relaciones tan especiales.
Sin embargo, me reafirmo en esta idea precisamente a raíz de las declaraciones del señor Cantó; ya que responden a una corriente que se extiende como una marea negra, asfixiante y densa que no sólo no me gusta, sino que me da pavor. Un machismo recalcitrante que hace suyas unas estadísticas sesgadas y que convierte en norma esa anécdota que le ocurrió, si es que le ocurrió, "al amigo de su cuñado".
Y es que señor Cantó, no todos los hombres son iguales; y las mujeres tampoco.
Me gusta tu estilo escribiendo, lástima que te prodigues poco... Un saludo desde Maribelandia.
ResponderEliminarGracias Maribel. La verdad es que me gustaría ser un poco más prolífica, pero ya sabes... vamos como geishas por arrozal. Besos!
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